jueves, 18 de junio de 2009
Feliz Día Papi....
Pá...
Hola, como estas, tus cosas bien? Los problemas te llevan a viajes de amargura, no les hagas caso, siempre será así, para eso están.
Papá, la verdad de esta carta es un hecho sin aparentes motivos verdaderos, pero de un alto valor sentimental...
Te acordas cuando eras entrenador de básquetbol? ¿Si?, que lindas épocas!!!!
Si te acordaste de eso no puedes dejar de revivir la cantidad de viajes que realizamos juntos, vos como entrenador y yo como jugador. Exactamente a eso voy, a uno de esos tantos viajes que hicimos juntos, obviamente, yo me sentía celoso de tener que compartirte con todos mis compañeros, al fin y al cabo, vos eras mi viejo y no el de ellos, ellos tenían a su propio padre al igual que yo, pero bueno cuando se es chico cuesta compartir. Estoy seguro que te costara recordar un viaje en particular, ese que íbamos desde nuestro pueblo, hacia Córdoba, la capital. Una vez adentrados en la ciudad alguien arrojo desde la ventanilla del ómnibus una lata de gaseosa contra un auto. ¿Te acordas? Era un Renault 12 azul, de chapas gastadas, ¿y del hombre? Era pelado y estaba muy enojado, ¿ahora te acordas?, ¿No?, el hombre se puso mal, hizo frenar el colectivo y nos re puteo, ¿no te acordas? Dale hace un esfuerzo. Que me vas a decir que ya te olvidaste que después de discutir e intentar hacerle entender a ese señor que había sido un descuido, que no era una agresión hacia su persona, entraste nuevamente dentro del ómnibus y con cara y voz de muy enojado, preguntaste ¿Quién fue el que tiro una lata de gaseosa por la ventanilla?
El silencio que provocaste fue aterrador, y para más, nadie contesto a tu pregunta. Con la negativa de respuesta, nos pegaste tremendo reto a todos porque nadie se hizo cargo y así sin más, diste media vuelta y te colocaste en tu asiento.
Bueno Papá, hoy, mucho tiempo después debo confesar porque en mi cabeza da vueltas mi sentimiento de culpa. Fui yo y lo hice porque me molestaba compartirte con todos mis compañeros.
Ahhhhhhhh, que bien me siento sin ese peso dentro de mí. Perdón por no poder haber hablado en ese momento quizás las cosas hubieran sido de otra manera, se que lo que hice estuvo mal, lo aprendí en el instante, y hoy, al escribirte esta carta sin motivos aparentes, me doy cuenta de que todo esto parece una pelotudez, pero no lo es, este simple hecho que a vos te costo mucho recordar, porque estoy seguro que lo lograste, para mi fue, hasta este momento, algo muy pesado en la vida, algo que marco mi forma de ser. Viste vos ni te acordabas de esto y yo estuve todo este tiempo recordándomelo, No será a lo mejor que no te acordabas porque el hecho no te pareció importante, pero de hecho para mi lo fue, porque arroje la latita contra ese auto, llamando tu atención hacia mi, porque quería escuchar lo que tanto me querías, y lo que obtuve fue que nos retaras a todos.
Papá una sola cosa más, no se te ocurre que esta carta sea como la lata que tire, debo confesar que otra vez estoy tratando de llegar a vos para que me digas lo cuanto me queres. Vos sabes cuanto te quiero porque vivo diciéndolo, pero no logro que me lo digas, espero que al leer esto te des cuenta de nadie tiene el tiempo comprado y que mientras estoy escribiendo y releyendo esta carta el tiempo pasa sin siquiera darme tregua. Me hubiese gustado no tener que gastar el tiempo escribiendo esto y aprovecharlo para estar con vos, escuchar tus anécdotas, tus aventuras, y simplemente escucharte decir, “Hijo, te quiero”...
P.D.: Quisiera aprovechar este momento para disculparme con el señor del auto.
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