Gire en la esquina como de costumbre
Las siluetas sin rostros corrían tras su destino aparente
Estaba solo, me sabía solo.
A veces pienso que quisiera ser un poco más valiente, pero otra vez la idea se cae en un pozo oscuro y la cobardía se adueña de mi mente.
Levante la vista para poder apreciar el sol, pero los piratas de cementos erguidos en paralelos, no se dejaban vencer tan fácilmente. Como si el brillante fuera su tesoro mas preciado, oculto entre las arenas de una isla paradisíaca.
Y yo, con mi cobardía a cuestas, no podía hacerles frente.
Seguí con mi ritmo lento, pausado.
Las voces resonaban en mi por la fuerza del eco, como si estuviera vació, como si simplemente fuera un esqueleto cubierto por la piel, sin nada más.
Baje la mirada y el suelo se burlo de mí.
Me detuve, busque los cigarrillos en mi bolsillo, saque uno y lo encendí pensando que ya era tiempo de dejarlo, Una risa burlona sonó dentro de mí, si hasta para eso era cobarde.
Que cosa es el destino que todo lo tiene premeditado. Ya sabe de antemano que carta ha de jugar para no perder. Entonces te desafía, sube su apuesta y yo, que me sé de cobarde, resigne mi juego y volví a mí intimo silencio.
Un aroma a jazmín encerrado en la brisa del atardecer, interrumpió mis pensamientos, cerré los ojos para disfrutarlo más.
Al abrirlos la divise.
Caminaba sin precedentes por la vereda de enfrente, segura de sí misma. Su cabello negro caía sobre su piel blanca. El sol se asomo por encima de los edificios, he hizo sentir su voz ronca reclamándole al cielo por el brillo de esos ojos celestes.
Quieto, inmóvil, me quede.
Al ver su sonrisa sincera como enamorada de la vida. Me sentí lleno, desbordante.
Mirándome del otro lado de la vereda, ancló su esbelto cuerpo.
Porque soy tan cobarde me dije.
Los piratas enfurecidos de envidia porque ella me miraba a mí. Empezaron con su ritual de ataque.
La cobardía ha ganado en esta tarde una nueva batalla, me gritaban las palomas que volaban por entre medio de los paralelos de cemento y cristal.
Que será de Merlín, me pregunte, a donde estará ese viejo mago para que con un hechizo me transforme en un caballero.
Ella me castigó con su mejor sonrisa, se dio un cuarto de vuelta y siguió por la vereda de en frente.
Las carcajadas furiosas descendieron estrepitosamente.
Cerré los ojos, y supe que el destino había jugado su carta.
Vi mi cuerpo cubierto de una armadura dócil de metal, un corcel negro azabache bramaba bajo mis piernas, increpaba respeto. La energía dentro de mi se transformaba en agresiva.
Por primera vez, sentía que Camelot se estremecía por mi presencia. Arturo me gritaba desde su montura, me sabía un caballero de la mesa redonda, sin miedos, sin cobardía.
Un grito agudo corto el denso aire que se imponía, mientras un jinete desconocido se la llevaba a la fuerza.
Corrí detrás de ellos, Arturo me alentaba...
Un ardor en el pecho, me devolvió a la realidad, el parquímetro por poco me rompe dos costillas.
El destino subió la apuesta, quise seguirlo pero perdí.
La confusión en mi cabeza se iba aclarando, al tiempo que ahora me sabia con cosas adentro, pues me comprobé que soy mas que un esqueleto cubierto de piel.
En el intento de abrir mis ojos, volví a sentir esa frescura que penetraba por mis fosas nasales. Al enfocar la vi. Su rostro había cambiado, la preocupación era su gesto.
Al levantarme ella fijo sus retinas en mi rostro y hecho a reír, yo me deje guiar.
Los aplausos cayeron en forma de estrellas, y la luna se tiro de cómplice, los piratas ya no tenían tesoro que esconder.
Y el destino volvió a apostar. Pero ahora sabiendo que el que tiene la ultima elección, soy yo...
PD: Si lo ves a Arturo decidle que ensille mi Corcel...
Las siluetas sin rostros corrían tras su destino aparente
Estaba solo, me sabía solo.
A veces pienso que quisiera ser un poco más valiente, pero otra vez la idea se cae en un pozo oscuro y la cobardía se adueña de mi mente.
Levante la vista para poder apreciar el sol, pero los piratas de cementos erguidos en paralelos, no se dejaban vencer tan fácilmente. Como si el brillante fuera su tesoro mas preciado, oculto entre las arenas de una isla paradisíaca.
Y yo, con mi cobardía a cuestas, no podía hacerles frente.
Seguí con mi ritmo lento, pausado.
Las voces resonaban en mi por la fuerza del eco, como si estuviera vació, como si simplemente fuera un esqueleto cubierto por la piel, sin nada más.
Baje la mirada y el suelo se burlo de mí.
Me detuve, busque los cigarrillos en mi bolsillo, saque uno y lo encendí pensando que ya era tiempo de dejarlo, Una risa burlona sonó dentro de mí, si hasta para eso era cobarde.
Que cosa es el destino que todo lo tiene premeditado. Ya sabe de antemano que carta ha de jugar para no perder. Entonces te desafía, sube su apuesta y yo, que me sé de cobarde, resigne mi juego y volví a mí intimo silencio.
Un aroma a jazmín encerrado en la brisa del atardecer, interrumpió mis pensamientos, cerré los ojos para disfrutarlo más.
Al abrirlos la divise.
Caminaba sin precedentes por la vereda de enfrente, segura de sí misma. Su cabello negro caía sobre su piel blanca. El sol se asomo por encima de los edificios, he hizo sentir su voz ronca reclamándole al cielo por el brillo de esos ojos celestes.
Quieto, inmóvil, me quede.
Al ver su sonrisa sincera como enamorada de la vida. Me sentí lleno, desbordante.
Mirándome del otro lado de la vereda, ancló su esbelto cuerpo.
Porque soy tan cobarde me dije.
Los piratas enfurecidos de envidia porque ella me miraba a mí. Empezaron con su ritual de ataque.
La cobardía ha ganado en esta tarde una nueva batalla, me gritaban las palomas que volaban por entre medio de los paralelos de cemento y cristal.
Que será de Merlín, me pregunte, a donde estará ese viejo mago para que con un hechizo me transforme en un caballero.
Ella me castigó con su mejor sonrisa, se dio un cuarto de vuelta y siguió por la vereda de en frente.
Las carcajadas furiosas descendieron estrepitosamente.
Cerré los ojos, y supe que el destino había jugado su carta.
Vi mi cuerpo cubierto de una armadura dócil de metal, un corcel negro azabache bramaba bajo mis piernas, increpaba respeto. La energía dentro de mi se transformaba en agresiva.
Por primera vez, sentía que Camelot se estremecía por mi presencia. Arturo me gritaba desde su montura, me sabía un caballero de la mesa redonda, sin miedos, sin cobardía.
Un grito agudo corto el denso aire que se imponía, mientras un jinete desconocido se la llevaba a la fuerza.
Corrí detrás de ellos, Arturo me alentaba...
Un ardor en el pecho, me devolvió a la realidad, el parquímetro por poco me rompe dos costillas.
El destino subió la apuesta, quise seguirlo pero perdí.
La confusión en mi cabeza se iba aclarando, al tiempo que ahora me sabia con cosas adentro, pues me comprobé que soy mas que un esqueleto cubierto de piel.
En el intento de abrir mis ojos, volví a sentir esa frescura que penetraba por mis fosas nasales. Al enfocar la vi. Su rostro había cambiado, la preocupación era su gesto.
Al levantarme ella fijo sus retinas en mi rostro y hecho a reír, yo me deje guiar.
Los aplausos cayeron en forma de estrellas, y la luna se tiro de cómplice, los piratas ya no tenían tesoro que esconder.
Y el destino volvió a apostar. Pero ahora sabiendo que el que tiene la ultima elección, soy yo...
PD: Si lo ves a Arturo decidle que ensille mi Corcel...