Trepado en el macizo tupido, la risa descendió cadenciosamente acariciándome el oído. Oculto entre el follaje no dejaba entrever su rostro. Pronunciaba mi nombre, llamaba mi atención. Seguía jugando tal cual no pasara nada. “Oye niño que haces ahí arriba”, inquirí sin demasiada autoridad. Su risa fue más cómplice. Volvió a pronunciar mi nombre. Me le acerque lentamente, y buscándolo entre las hojas. Un estallido surcó en mi cabeza. Su risa más burlona. Y la buluca rodaba, entonces, inocente por el piso. No sentí dolor, creo que fue mas vergüenza, yo hacia lo mismo de pequeño. Y caí en su trampa. Descendió del árbol, mostrando su hinchada figura, sus labios de pato enojado sonreían. Frente a frente, me volví cómplice y la risa fue estrenduosa. La gente nos miraba sin entender. Tomo mi mano y me llevo hasta las hamacas. Mientras le hamacaba me divertía mirándole feliz. El viento hecho a correr por mis mejillas, me sentí disparado al vació, echado a un mundo inocente, ingenuo. Intentaba hacerme llegar cada vez más alto, reía con mas ganas. Me sentía todo un superman sobre la tabla sostenida por cadenas que permitían la libertad. Me dejo en pleno vuelo, y huyo hacia un corcel que lo estaba esperando. Sin frenar, salte y me sentí volar. Al tocar la tierra, corrí detrás de él. Me trepe a un viejo león, y ambos empezamos a girar, a disfrutar. De pronto todo fue mareo y confusión. Tuve que bajar de la vieja calesita. Él se acerca y echándome una mirada cómplice, sonrió. Sentí que su pequeña mano se entrelazo con la mía. Y me deje llevar.Nos sentamos sobre unas viejas maderas maltrechas, sostenidas por unos hierros, trabajados manualmente, oxidados. Sus ojitos puñalada de tarro, se fijaron en mí, reclamándome algo que no entendía. De sus gordas mejillas se desprendía el dulce resoplo de un niño. Estiro sus hinchados dedos sobre mis ojos cerrándolos. Ahí me dejo sin saber bien cuando deje de creer en papá Noel, cuando fue que deje de sentir con tanta ingenuidad. En que momento la obligación le gano a la aventura. Porque la libertad dejó de ser un simple juego de barrio, para ser tan villana. Me di cuenta de que todavía hay algo de vos en mi, ¿pero cuanto de mí hay en vos?. A partir de ese día todos los días me pregunto en que tiempo, en que espacio. Tu, te convertiste en mi y yo deje de ser vos. Sé que no podré seguir sin tus visitas al caer el sol, sin tus preguntas de porque constante. Sin tu ingenuidad ya no sirve de nada andar. Porque el día que muerte te lleve, deberé pedirle que haga lo propio conmigo. Gracias por dejarme ser vos, y gracias por dejarme ser yo PD: No te mueras nunca ojitos púnalas de tarro...
viernes, 4 de enero de 2008
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